mercoledì 9 maggio 2012

L'esperienza del deserto



El desierto es lugar de "paso". Nadie construye una casa en la arena. A lo sumo se limita a plantar la tienda de campaña. La experiencia de desierto es un estímulo permanente a vivir el sentido de lo provisional. Estamos de paso. Nacemos, crecemos, morimos... No vale la pena "acumular" y "tener", almacenando en los graneros. Es importante relativizar la existencia, dando ciertamente valor a cada cosa, pero siempre en orden a lo único Absoluto. Lo importante es realizarse, "ser". Desprenderse del peso inútil de tantas cosas superfluas para poder aligerar la marcha. Calcular bien qué poner en la mochila para que sea útil y no estorbe la escalada hasta la cima. Nuestra morada definitiva está "más allá", en los "cielos nuevos y la tierra nueva" (Ap 21,1).
Además de provisional, el desierto es también lugar de dificultades. Cuando uno va de camping, en una tienda de campaña, no goza de las comodidades usuales del hogar. El desierto fue para los israelitas tiempo de tentación y de crisis, durante los cuales Yahvéh puso a prueba Su fidelidad.
 El desierto es lugar privilegiado para un encuentro con Dios.
Y es que a Dios se le encuentra en el silencio. Se habla mucho del eclipse de Dios, como si hubiera abandonado a sus criaturas, como si no llegaran a sus oídos los gritos de quienes le suplican. Pero, ¿es que Dios no habla, o es que el hombre se ha vuelto incapaz de escucharle?. "El silencio es la gran revelación", escribió Lao-Tse. De san Benito dijo san Gregorio Magno con frase lapidaria que "alejado del mundo vivía consigo mismo". Del hombre contemporáneo quizás pudiera afirmarse lo contrario: "vive fuera de sí", por esto no se encuentra. Extra-vertido, volcado a los demás, son los demás quienes van marcando sus criterios, sus normas, sus ideas... Agustín lamentaba haber perdido el tiempo buscando a Dios por las afueras, en vez de penetrar en lo más íntimo de su propia intimidad.  

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